martes, 19 de enero de 2010
INMIGRACION PRIMERA PARTE
De la comedia al drama.
Decir que soy un experto en inmigración puede parecer pretencioso, aunque es un fenómeno social y económico con el que tengo una cierta vinculación humana y profesional. Tal vez por ello, Paulí Mojedano, nuestro portavoz en el Grupo Municipal, me asignó al Consell de Nova Ciutadania, incluso antes de ser Regidor del Ayuntamiento.
La inmigración en España se ha llevado mal, probablemente porque durante años los agentes sociales, políticos y económicos han visto lo positivo que era el fenómeno; pero en vez de organizarlo, dosificarlo, y planificarlo, como esto podría tener un indudable coste político y social, han preferido que el hecho se desarrolle de forma autónoma. Podemos concluir que la manera de afrontar el problema era no enfrentándose a él. Al final el resumen era: “es algo que sucede y ya nos va bien, y para qué meterse en más líos”. Siempre surgirá algún listillo que me llevará la contraria remitiendo me a las distintas Leyes de Extranjería que han habido y los muchos Reglamentos que las han desarrollado, pero la pregunta es ¿ha habido alguna que haya organizado los flujos migratorios, los haya dosificado y los haya planificado?. No.
Cuando en el futuro se estudie este período de bonanza económica, además de la bajada en los tipos de interés y del crédito fácil, otro factor importantísimo en la euforia económica ha sido la inmigración.
En términos un poco sarcásticos, al describir las causas de la euforia económica, explico cómo en España habíamos conseguido, a finales del siglo XX y más aún a principios del siglo XXI, el sueño de los alquimistas. En el Medievo, los alquimistas intentaron convertir el plomo en oro. Nosotros hemos conseguido convertir el kilo de inmigrante en oro.
Esa alquimia se traducía en un círculo económico fascinante: primero había trabajo (un verdadero efecto llamada. Y reforzado porque aquí los expulsados son una cantidad simbólica con llegar a la playa de Canarias, ya está todo hecho, tuvieras, o no, papeles no se expulsaba a nadie). En segundo lugar, como había trabajo y venían inmigrantes se necesitaban viviendas. Del piso compartido y alquilado del inicio se pasa rápidamente, y más si después viene la familia, a la compra de una vivienda, a la cual la banca no ofrecía muchos problemas para financiarla, así el inmigrante se hacía con una vivienda en general de pésima calidad de construcción. Eran las viviendas construidas en la peor época del desarrollismo, que se compraban a un precio desorbitado. De este modo, por ejemplo una vivienda que se habían comprado por 6 millones de pesetas en el año 1995 se estaban vendiendo, diez años después, en 24. En los tres siguientes aún se dobló esa cantidad, vendiéndose en 41 millones de pesetas. Y en tercer lugar, esos vendedores que enajenaron sus pisos a tan buen precio pudieron pagar la entrada necesaria para inmuebles de mucha mejor calidad, en barrios con mejor entorno y eso sí, nuevos aunque también a precios astronómicos. Y así se potenció la obra nueva y se cerró el círculo: con la obra nueva llega más trabajo.
Y como se vendían pisos, y además la gente se endeudaba para pagar esos pisos y para no se cuantas cosas más, había trabajo directo en la construcción y trabajo indirecto porqué la circulación de todo ese dinero financiero, creado en la compra de inmuebles, animaba un consumo desbocado. Ésta era la formula alquímica de la transformación de “carne de inmigrante” en oro.
Después vino la subida de tipos de interés que empezó a ralentizar el proceso. Pero la crisis financiera y la falta de crédito han hecho explotar el globo. Un globo que era a la vez económico y conceptual. No sólo la recesión económica por la paralización de la venta y la construcción de viviendas, es lo que ha hecho cambiar las cosas, también los cambios en los paradigmas comúnmente aceptados, subyace en el pinchazo del globo. Así, la idea de que “la vivienda nunca baja” o el que este país era “como Alemania, Francia, o Bélgica”, se han desmoronado. Ahora nos encontramos con un tejido productivo pequeño para la población que tenía España hace un decenio: cuarenta millones de habitantes, pero con el agravante añadido que ahora hemos pasado a tener cerca de los 47 millones. Y refiriéndonos a Mataró, hemos pasado de ser una ciudad de cien mil habitantes a ciento veintitrés mil.
Seguirá.
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¡Ferrando!
ResponderEliminar¡¡¡tu eres un experto en datos personales!!!
ya sabes, manipular y estas cosillas que tan bien sabeis hacer los del PP ( 11-m, etc).
cuatas razones tengo verdad? entre 30000 y 600000! jajajaja